Lagente piensa con el bolsillo.
Lagente vota con el bolsillo.
Lagente elige con el bolsillo.
¿Hay alguien que no lo haga? ¿Hay alguien que, al momento de tomar una decisión, deje de lado espiritualmente el adminículo de guardar sus economías? ¿Hay alguien que se sustraiga a los avatares cotidianos y se eleve como en un nirvana?
¿Hay alguien que se saque como una ropa vieja la vida de todos los días cada vez que va a votar?
Hipocresía si la hay de parte de las dos gerontas del espectáculo nacional: Susana...cuando decidiste compartir la cama con Carlitos ¿no te pasó por la cabeza tu bolsillo? Mirta...cuando te casaste con Monsieur Daniel ¿no te imaginaste un futuro de bolsillos plenos?
Hipocresía.
Porque Alfonsito piensa con su bolsillo. Porque De Nárvaez piensa con su bolsillo (y ya lo creo que lo hace). Porque hasta el suizo Binner piensa con su bolsillo.
Porque don Magnetto piensa con su bolsillo. Porque Ratazzi piensa con su bolsillo. Porque hasta Obama piensa con su bolsillo.
O quizá hay bolsillos habilitados para acompañar al pensamiento. Y los bolsillos raídos no lo están.
Bolsillos que ahora pueden coser su fondo. Bolsillos que abultan un poquitito más. Bolsillos que sí, que es cierto, no te los podés sacar al momento de definir tu voto.
Podríamos decir entonces: yo soy yo...y mi bolsillo. Unidad existencial si la hay.
No me pidas optimismo si el bolsillo no existe. No me pidas tranquilidad para elegir, para pensar, para debatir, si en el bolsillo no hay nada. No me pidas más o menos objetividad si meto la mano y pasa de largo, en el malhadado bolsillo.
Es cierto que en los noventa, un sector, la clasemedia Miami, también votaba con el bolsillo, la cuotita, los viajes, el espejismo del uno a uno. Ahí no la escuchábamos a doña Su hablar del bolsillo de lagente. Porque mientras algunos cuidaban su bolsillito, un montón iban perdiendo hasta la capacidad de tener ropa con bolsillo.
Ahi está la diferencia. La diferencia de ver cómo esos bolsillos pegados como las paredes del estómago con hambre, algo tienen hoy que nos hacen reír un poco más frecuentemente. Algo tienen que ver con que una mamá te diga: le compré las camas a mis hijos porque no tenían, y cuando termine las cuotas me compro la heladera. Algo habrá en esos bolsillitos para que, pases el día que pases, principio, medio o fin de mes, la peatonal Drago esté siempre llena de familias, viejos, pibes, tomando su heladito o comiendo su pancho.
Pero claro, no hay nada que hacer...Piensan con el bolsillo.