Caminante no hay camino.....


contador

viernes, 30 de septiembre de 2011

El bolsillo


Lagente piensa con el bolsillo.
Lagente vota con el bolsillo.
Lagente elige con el bolsillo.
¿Hay alguien que no lo haga? ¿Hay alguien que, al momento de tomar una decisión, deje de lado espiritualmente el adminículo de guardar sus economías? ¿Hay alguien que se sustraiga a los avatares cotidianos y se eleve como en un nirvana?
¿Hay alguien que se saque como una ropa vieja la vida de todos los días cada vez que va a votar?
Hipocresía si la hay de parte de las dos gerontas del espectáculo nacional: Susana...cuando decidiste compartir la cama con Carlitos ¿no te pasó por la cabeza tu bolsillo? Mirta...cuando te casaste con Monsieur Daniel ¿no te imaginaste un futuro de bolsillos plenos?
Hipocresía.
Porque Alfonsito piensa con su bolsillo. Porque De Nárvaez piensa con su bolsillo (y ya lo creo que lo hace). Porque hasta el suizo Binner piensa con su bolsillo.
Porque don Magnetto piensa con su bolsillo. Porque Ratazzi piensa con su bolsillo. Porque hasta Obama piensa con su bolsillo.
O quizá hay bolsillos habilitados para acompañar al pensamiento. Y los bolsillos raídos no lo están.
Bolsillos que ahora pueden coser su fondo. Bolsillos que abultan un poquitito más. Bolsillos que sí, que es cierto, no te los podés sacar al momento de definir tu voto.
Podríamos decir entonces: yo soy yo...y mi bolsillo. Unidad existencial si la hay.
No me pidas optimismo si el bolsillo no existe. No me pidas tranquilidad para elegir, para pensar, para debatir, si en el bolsillo no hay nada. No me pidas más o menos objetividad si meto la mano y pasa de largo, en el malhadado bolsillo.
Es cierto que en los noventa, un sector, la clasemedia Miami, también votaba con el bolsillo, la cuotita, los viajes, el espejismo del uno a uno. Ahí no la escuchábamos a doña Su hablar del bolsillo de lagente. Porque mientras algunos cuidaban su bolsillito, un montón iban perdiendo hasta la capacidad de tener ropa con bolsillo.
Ahi está la diferencia. La diferencia de ver cómo esos bolsillos pegados como las paredes del estómago con hambre, algo tienen hoy que nos hacen reír un poco más frecuentemente. Algo tienen que ver con que una mamá te diga: le compré las camas a mis hijos porque no tenían, y cuando termine las cuotas me compro la heladera. Algo habrá en esos bolsillitos para que, pases el día que pases, principio, medio o fin de mes, la peatonal Drago esté siempre llena de familias, viejos, pibes, tomando su heladito o comiendo su pancho.
Pero claro, no hay nada que hacer...Piensan con el bolsillo.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Hijos



La mamá de una amiga-compañera-paralela en primero (como decimos las maestras cuando compartimos el mismo nivel), había acuñado una frase que repetía hasta el cansancio: "Dormí tranquila ahora, que no tenés hijos. Porque cuando los tengas no lo podrás hacer más, salvo cuando estés en el cajón..."
Nos parecía exagerado...hasta que tuvimos nuestros propios hijos. No dormís más tranquila con ese sueño que tenías de soltera, o cuando compartís la cama y quien está al lado atorra de la misma manera que vos. No dormís tranquila ni siquiera cuando tus hijos crecen, y se van, y te convierten en abuela. Qué vas a dormir tranquila, si en lugar de restar, se suma. Preocupación, digo... Preocupación, no el miedo pedorro de la ignorancia que fogonean los medios de in-comunicación.
Se me ocurre todo esto pensando en la pobrecita Candela. Pobrecita de toda pobrecitud. Se me ocurre pensar si la mamá y el papá tenían idea de cómo las consecuencias de lo que hacemos los adultos cae sobre la inocencia de nuestros chicos. Se me ocurre pensar en esa manera de actuar que tenemos a veces los grandes, olvidándonos de la responsabilidad de lo que implica ser padres.
Se me ocurre pensar que nada, ni el blackberry más bonito, reemplaza a esa contención de nido que les debemos a nuestros hijos. Qué sociedad de mierda es la que heredamos del neoliberalismo. Qué personas de mierda somos si creemos que la paternidad, la maternidad, es rodearlos de cosas sin importar cómo las conseguimos. Qué irresponsabilidad la nuestra si estamos convencidos de que hagamos lo que hagamos (y cuanto peor, peor) no habrá consecuencias. Y las consecuencias golpearán hasta la muerte a nuestros seres más queridos.
No hablo de culpas. No hablo de gritarle a la mamá que es una asesina . No hablo del show mediático. No hablo de lucrar (económica y políticamente) con la muerte. No hablo de un Colorado patético que nos dice hasta el hartazgo que nos puede pasar esto absolutamente a todos. No hablo del pobre Darín, alma bella, que de tanto decir que la convocatoria era "Apolítica" se desayunó de golpe sobre cómo la peor de las políticas se lo está llevando puesto. No hablo de todos los figurettis que, por un momento de fama, llamaron a esa cruzada solidaria inventando cosas con el solo fin de hablar un ratito con la estrella de turno. No hablo de esa sensación que sobrevuela todo (bajo mundo-la mejor de las policías-bañero de Lomas).
Hablo de una sociedad en la que, todavía, no hemos aprobado la materia "Niños y jóvenes nuestros". Estamos, a lo mejor, en la mitad de la cursada. Pero lejos de aprobarla, aún.
Muchas veces las maestras nos encontramos con estos chicos en riesgo. Chicos que son buenos alumnos, aparentemente bien atendidos. Que vienen todos los días a la escuela. Que se aplican. Que son soles... Chicos que transitan la vida como por una cuerda floja. Y sabemos de su entorno...Y no podemos hacer nada, nada...
Esta sociedad en que tener es ser, y en que un minuto frente a una cámara nos da la sensación de la inmortalidad, es la que tenemos que cuestionar, que debatir. Para sacar al aire todas sus lacras, todas sus miserias, todas sus injusticias. Todo lo que el ¿bienintencionado? show mediático se preocupa cotidianamente en dejar en el subsuelo profundo.
Cuestionar, debatir. Pero con una lectura política. De lo contrario, esa blanquitud de lo apolítico te lleva a caer directamente en la bolsa indiferenciada en la que las corporaciones hacen su negocio.