SOMBRAS EN EL PARQUE
A Cora Pioli, compañera de Letras
La foto había estado siempre a la vista de todos. Blanco y negro en portarretrato de peltre,la nena sentada en el césped, quizá un parque, una lomita y allá arriba el pabellón con columnas, techado con una especie de glorieta. Una edificación tan común en los parques de los años cincuenta. Quizá hasta una orquesta hubiera tocado allí los domingos, para los paseantes, para las parejas sentadas en los bancos de madera de más abajo.
La foto estaba desde que yo tenía memoria, en la mesa de entrada del living de nuestro primer departamento, y de la casa definitiva después. Me atraía inexplicablemente esa foto, una nena que no era de la familia y que, sin embargo, estaba en compañía de todos los nuestros: mi abuela con su mamá, mi mamá, mi tío, mi papá con un mameluco y un gorrito de lana. Chicos, gente, fotos de aquellos cincuenta.
- Esta nena está de paseo en el parque- pensaba yo cada vez que miraba la foto.
-¿Quién es la nena, mamá?
-Una amiga…- contestaba mi mamá- Una amiga muy amiga.
-¿Cómo se llama tu amiga?- mi curiosidad siempre fue muy grande con esa foto que me atraía.
- Cora. Mi amiga se llamaba Cora.
-¿Vive cerca?
-No…. - decía mi mamá, que se daba vuelta y rápidamente salía del living con el pretexto de acomodar alguna cosa en alguna parte.
-¿La podremos visitar alguna vez?
-No creo…-La voz de mi mamá parecía lejana. Triste y lejana…
Hoy papá dijo que íbamos a ir al parque. Creo que se llama el Parque Independencia.
Me gusta estar de vacaciones. Este año aprendí que hay unas vacaciones que se llaman “de invierno”. Antes no lo sabía porque no iba a la escuela, pero ahora sí. Y por eso, en estas vacaciones “de invierno” vinimos en tren a Rosario, donde vive mi abuela.
Me gusta viajar en tren…Me gusta Rosario. A lo mejor también me gusta el Parque.
A Cora Pioli, compañera de Letras
La foto había estado siempre a la vista de todos. Blanco y negro en portarretrato de peltre,la nena sentada en el césped, quizá un parque, una lomita y allá arriba el pabellón con columnas, techado con una especie de glorieta. Una edificación tan común en los parques de los años cincuenta. Quizá hasta una orquesta hubiera tocado allí los domingos, para los paseantes, para las parejas sentadas en los bancos de madera de más abajo.
La foto estaba desde que yo tenía memoria, en la mesa de entrada del living de nuestro primer departamento, y de la casa definitiva después. Me atraía inexplicablemente esa foto, una nena que no era de la familia y que, sin embargo, estaba en compañía de todos los nuestros: mi abuela con su mamá, mi mamá, mi tío, mi papá con un mameluco y un gorrito de lana. Chicos, gente, fotos de aquellos cincuenta.
- Esta nena está de paseo en el parque- pensaba yo cada vez que miraba la foto.
-¿Quién es la nena, mamá?
-Una amiga…- contestaba mi mamá- Una amiga muy amiga.
-¿Cómo se llama tu amiga?- mi curiosidad siempre fue muy grande con esa foto que me atraía.
- Cora. Mi amiga se llamaba Cora.
-¿Vive cerca?
-No…. - decía mi mamá, que se daba vuelta y rápidamente salía del living con el pretexto de acomodar alguna cosa en alguna parte.
-¿La podremos visitar alguna vez?
-No creo…-La voz de mi mamá parecía lejana. Triste y lejana…
Hoy papá dijo que íbamos a ir al parque. Creo que se llama el Parque Independencia.
Me gusta estar de vacaciones. Este año aprendí que hay unas vacaciones que se llaman “de invierno”. Antes no lo sabía porque no iba a la escuela, pero ahora sí. Y por eso, en estas vacaciones “de invierno” vinimos en tren a Rosario, donde vive mi abuela.
Me gusta viajar en tren…Me gusta Rosario. A lo mejor también me gusta el Parque.
Todo el sol le daba a Cora cuando se acomodó para sacarse la foto. Todo el sol en la sonrisa en la que faltaban dos dientes, ahí, sentadita, frente al fotógrafo de guardapolvo marrón y manguitos negros, como usaba el papá en su trabajo.
Cora estaba feliz. La mamá la había vestido con ese pulóver a rayas rojo y blanco que tanto le gustaba, la pollera de franela, las guillerminas marrones y las medias con rombos.
–Son medias Carlitos- decía el papá mientras se reía.
- Pero yo me llamo Cora, no Carlitos- protestaba la nena.
-Pero las medias se llaman Carlitos- decía el papá sin dejar de reír.
¡Cómo me hubiera gustado conocer el parque de Cora! Pero mamá decía que eso no era posible, que qué haríamos nosotros yendo a Rosario.
En todos esos años, yo miraba y miraba esa foto, el parque, el sol, la nena feliz, con una hebillita a lo mejor dorada en la melena corta. Todo el sol desparramándose por el césped, por el sendero que pasaba detrás de Cora, por los bancos de tablitas, por los árboles que se asomaban. A lo mejor, en la pérgola, el sol entraba entre las hojas y las flores dibujando un colador contra las baldosas del piso. Pero parecía que había, en realidad, más sombra que agujeros de luz.
En realidad, había una sombra. Una sombra... ¿asomando?, ¿pasando?, ¿llamando en el silencio de la foto?
Bah, una sombra…Una fantasía de alguien con demasiada imaginación…Un pretexto para volver a mirar la foto cada vez que volvía a casa.
- Ya estudiamos bastante, Cora. Me cansé del Griego, y de Maydagán, y de lo que nos piensa tomar en el parcial. Cortemos un rato. Un pucho y un café.
- Dale.
- Che, ¿esta sos vos con un pulóver de presa?
- Síiiii. Hace mucho. En un parque en Rosario. No te rías.
- No me río. Simplemente lloro de risa. Mirate los zapatitos. Y esas medias con rombos…
- Carlitos. Las medias se llamaban Carlitos.
- Tengo una idea, Cora. Esta nenita nos puede dar suerte en el parcial. ¿Y si la metemos entre los apuntes?
- Y…a lo mejor nos ayuda. Esperá que la saco del portarretrato. Total, mi vieja me tiene cansada con poner fotos de cuando me faltaban dientes.
Entré en la casa buscando la foto de Cora. Quizá mi mamá ya la había sacado. Algunas habían sido reemplazadas, otras como la del abuelo con mamá en la playa de Necochea, seguían allí. La de Cora también. Me apuré, me apuré para preguntar de un tirón lo que me pareció el gran descubrimiento. Pero antes, volví a mirar la foto para ver si seguía allí la nena feliz y la sombra llamando, avisando, señalando algo, en lo alto del pabellón con glorieta.
-Má… Me dijiste que Cora había estudiado con vos en la Uni. ¿Terminó la carrera?
- No lo sé…Hay tantas cosas que no sé.
- ¡Qué raro! Digo, eran tan amigas…
- En realidad dejamos de vernos cuando yo me recibí- dijo mamá, pero no sonaba creíble.
- Entonces puede ser ella- no sé si me urgía la curiosidad o la angustia.
-¿Quién?
- Cora, digo. Figura en un listado de estudiantes desaparecidos del año 76. ¿Es Cora? Por favor, mamá, decime que no es Cora, que no es la nenita feliz en el parque de Rosario que yo miré durante todos estos años. No. No debe ser ella.
El parcial de Griego, y el final de Griego con Maydagán pasaron como pasaron tantos otros. Me recibí un día de mayo del 75. A Cora le faltaban algunas materias todavía. Por eso nos veíamos menos. Por eso ni nos acordamos de la nenita sonriente que fue nuestra cábala dentro de los apuntes de gramática griega. Y lo que pasó después me obligué a olvidarlo, me obligué a borrarlo. En realidad el terror me obligó.
-No te entiendo, mamá. Te obligaste a olvidar por el terror y la foto de Cora está en esta mesa desde que yo tengo memoria.
-No siempre estuvo ahí…
-Entonces, ¿desde cuándo?
-Desde el día en que empecé a guardar todas mis carpetas, todos mis apuntes, porque tenía la certeza de que ya no me iban a servir más. Y ahí fue que, de entre los apuntes de Griego, se cayó la foto de Cora. Como si estuviera protestando por lo que yo estaba haciendo. Mi primera intención fue devolverla a su escondite. Pero ahí fue cuando vi esa sombra, esa ilusión, o esa realidad, esa sombra que llamaba, que avisaba, que pedía ayuda quizá.
-Yo la vi siempre. ¿Vos no te habías dado cuenta?
-No, era la primera vez que la notaba. O antes sencillamente no estaba. No sé. Esa sombra fue la que me decidió a ponerla en el portarretrato…Esa sombra que me pedía no olvidar, no perdonar…Aunque se puede decir que hice bastante poco por eso.
- ¿Cuándo pasó? Digo, ¿cuándo pasó que la volviste a encontrar?
-Puedo decirte la fecha exacta: el 3 de setiembre de 1980, una semana antes de que vos nacieras…
(Por supuesto que esto es un cuento, por supuesto que es una ficción. Pero es cierto que Cora fue compañera mía en Letras en la UNS, es cierto que yo me recibí en el 75, es cierto que la desaparecieron los valientes muchachos de la Armada, base Baterías, es cierto que nos quedó como una angustia no saldada)
Por Cora: NO OLVIDAMOS, NO PERDONAMOS. VERDAD Y JUSTICIA..
solo dolor. La justicia indispensable,la memoria no hay manera de sacar las marcas, creo que la memoria esta ahi aunque no la queramos, pero hacemos cuentos canciones y todo lo que hagamos para tramitar el dolor
ResponderEliminarpor lo que hicimos
por lo que no.
Tu blog más emocionante a la fecha, la verdad es que debería recordarse estas fechas con relatos así, y no con discursos de acto de escuela primaria. en el momento en el cual el discurso de glosa entra para conmemorar una fecha, ese día se convierte en fósil, o página de libro de Ibáñez. Y Dios quiera que eso nunca pase.
ResponderEliminarmiran desde las fotos en blanco y negro
ResponderEliminarson un acicate para seguir de pie
Me sumo a tu grito Grace, nada más en este comentario.
ResponderEliminarnada hay más terrible que esa juventud eterna en que los congelaron. Nada hay más terrible que pensar que Cora hoy es más chica que el más chico de mis hijos. Nada hay más terrible...
ResponderEliminarMuy emocionante, Grace. Un sencilla historia, como tantas que suman el horror más despreciable. saludos
ResponderEliminar