Usté ya sabe que soy de Punta Alta, que además de haber sabido tener los Corsos Internacionales, tiene al ladito nomás la Base de la valiente muchachada. Cuando éramos chicos, digo, todos los que ahora somos viejos, circulaban leyendas sobre aparecidos, fantasmas, y otros bichos que pululaban por los terrenos navales. Los niños nos asustábamos un poco bastante... De todos esos cucos con los que los más grandes nos martirizaban, a mí me quedó la leyenda del hombre sin cabeza, que se aparecía de vez en cuando entre los puestos de guardia de la Base.
Para Mary,
a quien me unía la pasión por la lectura,
además de una entrañable amistad.
No me creyeron. Y eso que se los dije como cien veces, siempre lo mismo, siempre lo mismo. Pero qué me iban a creer a mí, a un negro de mierda, como dice el zumbo González. Ahora me tienen acá, en el Hospital Naval, encerradito en un camarote hasta que se cumplan los dos años y me den la baja. Así me meten en un tren de Marina y me mandan para Salta.
Una lástima…Yo quería engancharme. Allá en el pueblo supo haber dos que hicieron la colimba acá y ahora son ganchos. Pudieron quedarse. Viven en Punta Alta. Hasta mujer consiguieron. Y se olvidaron del hambre. Acá no hay hambre. En esta Base hay mucho trabajo. Para militares y para civiles también.Lástima que no me creyeron.Yo tendría que haber cerrado la boca. Pero ¿cómo? Lo tenía que decir. Lo tenía que gritar, como grité esa noche. Ahora resulta que soy un loco. O me volví loco. El doctor dijo que capaz que había respirado el vapor del petróleo que sale de los tanques. Y eso es como ponerte en pedo. Pero te dura más. A mí todavía me dura. Más que nada a la noche. Ahí se pone jodido porque me acuerdo. Entonces vuelvo a gritar. Y viene el cabo enfermero de guardia y me manda una pichicata. Tomá, pibe, me dice, así dormís bien…
¿Viste vó, Pepe? Yo te dije que la iba a encontrá a
Andá sabé por dónde vive, ¿no? En el barrio seguro que no. De Villa Mora no es. Acá nos conocemo todo. Qué, uno cuanto gringo que vinimo con Perón nel 50. ¿Te acordá? Vamo, vamo a largentina, vamo, puro trigo y carne. Y laburo, mucho laburo. Y encima acá
El problema é que no vivimo nel centro. Estamo del otro lado é la vía, lontano, lontano… Por eso capaz que viene para acá
A mí me dijeron lo changarine que van a Puerto Rosale que tiene un ranchito entre lo tamarisco que crecen en el médano. Sí, el médano. Ese que tá dentro de
Encima la mujer del Angelito dice que se la cruzó cuando iba al almacén a comprá la harina para lo fideo. Y dice que
Yo estaré loco como dice el médico, pero me acuerdo de todo. Hasta de cuando llegué me acuerdo. En el pueblo, en Salta, mi mama se puso más que contenta cuando escuchamos el sorteo: al chango le había tocado Marina. Como al hijo de
Así que cuando me enteré por fin que me traían para acá me resigné. En una de esas las cosas me salen redondas. A lo mejor, dije. Aunque al principio fue jodido. Eso de que todo el mundo te mandara, que se rieran de mi cara, de mi pelo negro duro cuando me agarró el milico ese y me pasó una maquinita para dejarme pelado. Y los ejercicios, como le dicen. La instrucción…Molido llegaba a la noche. Ahí me dí cuenta de que venía falto de olla como dice el cabo cocinero. Menos mal que los guisos eran abundantes, y podía comer todo el pan que se me antojara.
Y después de la instrucción, bueno, ahí nos iban a repartir. Yo quería ir a la panadería. Hacer y comer pan todo el día. El de mi mama era bueno, pero siempre era poco. O a la cocina. Uhhh, tener la carne cerca para sacar un pedacito de la olla y comerlo ahí, a las apuradas. Pero no tuve suerte. Me mandaron al batallón de seguridad. Yo ni sabía qué era eso. Me imaginaba llegando al pueblo y diciéndole a todos: estoy en el batallón de seguridad. Aunque si hubiera estado en la cocina, o en la panadería…
El batallón de seguridad está a cargo de los puestos de vigilancia que cuidan
¿Podé creé que me la volví a encontrá a
Pero era de día. Si
Ma ¡qué mimporta de
Siempre nos toca vigilar cerca de la ruta, para el lado de dónde ya se terminó Punta Alta. Las garitas están en las lomas y hay como unas montañitas cada tanto. Montañitas digo, porque ni se acercan a lo que son los cerros de mi pueblo. El zumbo González me dijo que esos son polvorines. ¿Entendió, negro de mierda? Polvorines, pólvora, pum. Los defiende con su vida,¿Entendió, conscripto.? Y seguir repitiendo: alto o disparo…Y largarle el perro, cuando estoy con el perro, a los que pasan por el otro lado del alambrado, pero sin soltarlo porque si se acerca al alambre se queda frito el pobre. Es entretenido porque miro uno que otro auto que pasa por la ruta, el colectivo blanco sucio,
No. No me gustaba el último puesto de la ruta. Así que cuando a mi patrulla de seguridad le tocó el puesto 5, mucho más cerca de
Qué queré que te diga… A mí
Y ahí nomá
No me gusta que anden merodeando por ahí cuando estoy de guardia en el puesto 5. El perro ladra y me molesta. Pero esa noche estaba sin el perro. No había mucha luz porque estaba nublado. Capaz que se largara a llover en cualquier momento. La verdad que tenía bastante sueño, pero si me pescaban roncando, me iba a chupar una cana hasta fin de mes. Entonces me puse a caminar alrededor de la garita, mirando para abajo del médano. De un lado los tanques de petróleo, medio lejos. Del otro lado el alambrado y un poquito más allá los tamariscos. A veces, de día, se veía el ranchito que está en el medio del yuyal. Pero esa vez, el manchón negro de los tamariscos y nada más. Me pareció escuchar como un deslizarse en la arena del médano, como una piedrita que se caía cuando uno anda caminando y la manda para debajo de pisar nomás. Pero no había nada. Nada de nada. Mejor dicho. No se veía nada por esas nubes de mierda, que si llovía me iba a cagar mojando porque la garita tenía goteras. Así que me metí adentro, acodado en la ventanita sin vidrio, el centinela meta vigilar, ja.
Y entonces, parece cosa de magia, unas nubes se corrieron y apenas alumbró la luna. Lo suficiente para ver el médano y un poquito de los tanques allá abajo. Y no sólo los tanques. Algo se movía por ahí. ¡Qué mala suerte! Justo a mí me tenía que tocar un merodeador. Ni ganas de agarrar el fusil, ni ganas de gritar altoquienvive. Bah, capaz que era una sombra. Así que no le dí bola. Un perro, una rata. Pero, mirando bien, cacho de rata debía ser, cacho de perro. Algo seguía moviéndose y acercándose al médano. Ahí agarré el fusil. Si subía ya me iba a encontrar bien preparado para darle la bienvenida. Lástima las nubes. Si no hubiera ninguna vería bien qué era.
Y al final ví, cuando ese bulto sin forma empezó a subir el médano. La puta, venía directo, directo a la garita. ¿Qué mierda era esa cosa? ¿Qué…? Y ahí empecé a gritar y me parece que todavía no termino. Subía, subía directo a la garita, y alrededor de los pies se le deslizaba la arena del médano. Y subía…Pero yo no podía comprender qué era. Lo supe cuando estuvo cerca y mis gritos ya se debían escuchar hasta en el puesto 2. Era un tipo, un tipo grandote, un tipo que subía el médano con mucho trabajo, saco negro, pantalón oscuro. Era un tipo…¡sin cabeza!
Lo juro. Juro que lo ví porque pasó al lado mío y empezó a bajar el médano hacia el lado de los tamariscos, resbalándose, haciendo equilibrio con los brazos abiertos. Y ¡sin cabeza!
Me parece que toda
Y…mi viejo siempre jodía con la historia de
Cosas de viejo…Pero como jodía tanto fui a preguntarle a mi amigo. No, me dijo, nada. Quedaban nada más que alguna chapa, los cimientos, ladrillos desparramados. Poca cosa. Ah, ahora que me acuerdo…Vos sabés que mi compañero pegó el grito cuando encontró entre los tamariscos un hacha, grande el hacha, toda oxidada y el mango carcomido. Ja, pensé yo…El hacha para partir los troncos que usaría
No sé, dijo mi amigo…Era medio grande para trozar esos tamariscos esqueléticos. Y medio grande también para que la usara
Dejate de joder, le contestó mi amigo. Para esto ya la broma no le gustaba nada. Porque encima de todo, cerca de donde estaba el hacha, él había visto pedazos de algo que parecía un saco negro, de hombre. Y a mí no me joden, dijo mi amigo. El cuello del saco tenía la mugre del tiempo, pero ahí también había manchas de sangre.
Todo esto me lo guardo. Ni loco se lo cuento a mi viejo. Total, ya no sale de casa. Hace años que se jubiló de
Ni loco le comento. Estos tanos son capaces de salir a buscar al hombre sin cabeza. Y demasiados problemas tenemos nosotros hoy, con el corralito del puto Cavallo, que no nos deja sacar la guita del sueldo nada más que de a puchitos. Hombre sin cabeza. Andá a contárselo a Gardel. Hombre sin cabeza va a quedar De
acabo de leer tu cuento y me pareció realmente muy bueno, es una manera muy especial de pintar Punta alta, ciudad gris y dificil si las hay pero en la cual uno suele encontrar cosas sorprendentes escondidas bajo la apatia diaria.
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