Caminante no hay camino.....


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miércoles, 26 de enero de 2011

Cuento de vacaciones



Usté ya sabe que soy de Punta Alta, que además de haber sabido tener los Corsos Internacionales, tiene al ladito nomás la Base de la valiente muchachada. Cuando éramos chicos, digo, todos los que ahora somos viejos, circulaban leyendas sobre aparecidos, fantasmas, y otros bichos que pululaban por los terrenos navales. Los niños nos asustábamos un poco bastante... De todos esos cucos con los que los más grandes nos martirizaban, a mí me quedó la leyenda del hombre sin cabeza, que se aparecía de vez en cuando entre los puestos de guardia de la Base.
Sin más, acá va el cuento, porque en el puesto 5 se aparecía el susodicho. Y dedicado a mi amiga Mary, sin más explicaciones.

EL PUESTO 5

Para Mary,

a quien me unía la pasión por la lectura,

además de una entrañable amistad.


No me creyeron. Y eso que se los dije como cien veces, siempre lo mismo, siempre lo mismo. Pero qué me iban a creer a mí, a un negro de mierda, como dice el zumbo González. Ahora me tienen acá, en el Hospital Naval, encerradito en un camarote hasta que se cumplan los dos años y me den la baja. Así me meten en un tren de Marina y me mandan para Salta.

Una lástima…Yo quería engancharme. Allá en el pueblo supo haber dos que hicieron la colimba acá y ahora son ganchos. Pudieron quedarse. Viven en Punta Alta. Hasta mujer consiguieron. Y se olvidaron del hambre. Acá no hay hambre. En esta Base hay mucho trabajo. Para militares y para civiles también.Lástima que no me creyeron.Yo tendría que haber cerrado la boca. Pero ¿cómo? Lo tenía que decir. Lo tenía que gritar, como grité esa noche. Ahora resulta que soy un loco. O me volví loco. El doctor dijo que capaz que había respirado el vapor del petróleo que sale de los tanques. Y eso es como ponerte en pedo. Pero te dura más. A mí todavía me dura. Más que nada a la noche. Ahí se pone jodido porque me acuerdo. Entonces vuelvo a gritar. Y viene el cabo enfermero de guardia y me manda una pichicata. Tomá, pibe, me dice, así dormís bien…


¿Viste vó, Pepe? Yo te dije que la iba a encontrá a la Bionda por el barrio. Anoche, venía por la cuadra del Carlito, puro grito y lamento. Te mete pavura la Bionda. Y encima te mira como queriéndote escarbá lo secreto. Te mira largo entre ese pelo amarillo gastado mugriento que tiene. Ecco, la Bionda, con esa cara negra quemada por el sol.

Andá sabé por dónde vive, ¿no? En el barrio seguro que no. De Villa Mora no es. Acá nos conocemo todo. Qué, uno cuanto gringo que vinimo con Perón nel 50. ¿Te acordá? Vamo, vamo a largentina, vamo, puro trigo y carne. Y laburo, mucho laburo. Y encima acá la Base, lo trene, lo eletricista de la coperativa. Ya lo creo que hay laburo..

El problema é que no vivimo nel centro. Estamo del otro lado é la vía, lontano, lontano… Por eso capaz que viene para acá la Bionda. Poca luz, calle de tierra, baldío. A lo mejor le gusta así. O a lo mejor anda buscando al marido porque acá é fácil perderse. Este é un barrio difícil si no lo conocé. Y el marido no era de acá, seguro.

A mí me dijeron lo changarine que van a Puerto Rosale que tiene un ranchito entre lo tamarisco que crecen en el médano. Sí, el médano. Ese que tá dentro de la Base. Ese que tiene una garita con vigilante todo el día. Que vigila lo tanque. No, lo tanque de guerra no. Lo tanque de combustible. Bueno, ahí, dicen esto tipo que la Bionda tiene el ranchito. Metido entre lo tamarisco. ¿A qué viene para este barrio? ¿A quién busca la Bionda, eh?

Encima la mujer del Angelito dice que se la cruzó cuando iba al almacén a comprá la harina para lo fideo. Y dice que la Bionda se le rió y le mostró un cuchillo. Y lo revolió riéndose. La mujer del Angelito asegura que el cuchillo estaba manchado de sangre. Pero mucho no vio, porque salió corriendo. Andá sabé en qué matufia anda la Bionda.


Yo estaré loco como dice el médico, pero me acuerdo de todo. Hasta de cuando llegué me acuerdo. En el pueblo, en Salta, mi mama se puso más que contenta cuando escuchamos el sorteo: al chango le había tocado Marina. Como al hijo de la Antonia, dijo enseguida. Yo no estaba muy contento. Dos años. Dos años es mucho. Dos años lejos de mi casa, de mi novia, de todo… Pero el viejo me la cantó clarita: usté se va a hacer la milicia a la Marina, se engancha y tiene trabajo para toda la vida. Trabajo, cosa que en el pueblo no sobra. ¿No sobra? Falta, y mucho.

Así que cuando me enteré por fin que me traían para acá me resigné. En una de esas las cosas me salen redondas. A lo mejor, dije. Aunque al principio fue jodido. Eso de que todo el mundo te mandara, que se rieran de mi cara, de mi pelo negro duro cuando me agarró el milico ese y me pasó una maquinita para dejarme pelado. Y los ejercicios, como le dicen. La instrucción…Molido llegaba a la noche. Ahí me dí cuenta de que venía falto de olla como dice el cabo cocinero. Menos mal que los guisos eran abundantes, y podía comer todo el pan que se me antojara.

Y después de la instrucción, bueno, ahí nos iban a repartir. Yo quería ir a la panadería. Hacer y comer pan todo el día. El de mi mama era bueno, pero siempre era poco. O a la cocina. Uhhh, tener la carne cerca para sacar un pedacito de la olla y comerlo ahí, a las apuradas. Pero no tuve suerte. Me mandaron al batallón de seguridad. Yo ni sabía qué era eso. Me imaginaba llegando al pueblo y diciéndole a todos: estoy en el batallón de seguridad. Aunque si hubiera estado en la cocina, o en la panadería…

El batallón de seguridad está a cargo de los puestos de vigilancia que cuidan la Base. Cada vigilante en su garita, a veces con el perro, a veces no. Cerca del cartel que dice que no tenés que detenerte porque el centinela dispara. Eso si estás del lado de afuera del alambrado que dicen que está electrificado. No te tenés que detener. Ahora, si estás del lado de adentro, yo te tengo que gritar ¡Alto o hago fuego! Y vos te tenés que parar ahí nomás porque tengo que disparar el fusil. No me queda otra. Bueno…Esa vez me olvidé del alto o disparo, del no se detenga, del alambrado electrificado. Me olvidé de todo. Pero bien que me acuerdo de aquella noche. Bien que me acuerdo.


¿Podé creé que me la volví a encontrá a la Bionda? Yo iba del Angelito a que me prestara la llave inglesa porque tengo un caño que pierde agua. Pleno mediodía era…Una calor…Sí, el sábado, justamente. Hay que aprovechá lo franco en el laburo para arreglar la casa, porque si no se pone cabrera la patrona. Y me la encuentro a la Bionda en la esquina de la carnicería. Ahí le vi bien la jeta. ¡Mamma mía! Negra, negra. Y el pelo amarillo, sucio, que se le escapaba del pañuelo. Y los ojos fijos. Me parece que ni me vio. Como si yo no estuviera. Me quedó la espalda como yelo cuando seguí caminando. Pero me acordé del cuchillo. ¿Te acordá que la mujer del Angelito dice que andaba con un cuchillo? Bueno, ahí no lo tenía. Piano, piano me di vuelta y la miré, disimulado…No, no tenía ningún cuchillo.

Pero era de día. Si la Bionda va y viene de noche. ¿Qué hacía de día? Non so…

Ma ¡qué mimporta de la Bionda a mí! Lo importante é que tengo laburo, que cobro todo lo mese del año, y qu’encima a la final del año tenemos l’aguinaldo. ¿Viste qué gran cosa l’aguinaldo? Io voy a comprar todo lo más rico para Natale y la final del año. Qué, no me van a gritar má lo atorrante de la vereda de enfrente: gringo mangiapane. No señor…No está má el gringo mangiapane. El gringo labura, tiene su pesito y va festejá como corresponde. ¡Qué grande este paise!. Lástima que te encontrá cada tanto con la Bionda. Me tiene trastornado la Bionda. Me da pavura. ¿Qué cazzo quiere la Bionda?


Siempre nos toca vigilar cerca de la ruta, para el lado de dónde ya se terminó Punta Alta. Las garitas están en las lomas y hay como unas montañitas cada tanto. Montañitas digo, porque ni se acercan a lo que son los cerros de mi pueblo. El zumbo González me dijo que esos son polvorines. ¿Entendió, negro de mierda? Polvorines, pólvora, pum. Los defiende con su vida,¿Entendió, conscripto.? Y seguir repitiendo: alto o disparo…Y largarle el perro, cuando estoy con el perro, a los que pasan por el otro lado del alambrado, pero sin soltarlo porque si se acerca al alambre se queda frito el pobre. Es entretenido porque miro uno que otro auto que pasa por la ruta, el colectivo blanco sucio, La Acción, se llama, que va a la ciudad grande que queda al norte. Ahí cerca de la Base es entretenido. Porque el último puesto casi casi está al lado del cementerio militar. Es feo eso. Es feo estar a la noche porque capaz hay un muertito que no está en paz y anda por ahí. A mí no se me apareció ninguno. Pero me la paso pensando en todos esos que están ahí, debajo de las crucecitas blancas, enfiladitos, como conscriptos jurando la bandera. El cabo me dijo la otra noche que son todos, pero todos colimbas que se enfermaron y se murieron y era más barato enterrarlos acá que mandarlos a sus provincias. Y capaz que en la provincia la familia no tenía con qué llevarlos al cementerio, ni un cajón para ponerlos. Entonces están mejor acá, me dijo el cabo. Cada uno en su cajón, con su tumba bien pintadita, porque siempre están pintando esas tumbitas. Y la entrada. Qué vas a tener vos una entrada de cementerio así en el pueblo, Que parece la puerta de una iglesia y hay unas letras RESURGAM. Yo apenas conozco las letras, y escribo algunas cosas, así que le pregunté al cabo. Andá a saber qué mierda es eso, me dijo. Parece ser que es algo como “más adelante me voy a resucitar”, eso le entendí al cura cuando le pregunté y me miró como diciendo, mirá vos el negrito, quiere saber más de lo que le corresponde.

No. No me gustaba el último puesto de la ruta. Así que cuando a mi patrulla de seguridad le tocó el puesto 5, mucho más cerca de la Base, me dije, qué suerte, chango, esto va a ser más cómodo. Si hubiera sabido…


Qué queré que te diga… A mí la Bionda me tiene intrigado. Así que lotro domingo la seguí. Era la tardecita. Me tiene intrigado porque se viene por el barrio cuando todavía es de día. La Bionda tendría que andar de noche, así no la vemo, cada uno en su casa. Y que se joda…Bueno, la cosa é que la seguí, pasito a pasito. Meno mal que no se dio la vuelta. Ahí si que me pianto. Y fuimo caminando, caminando, la Bionda adelante, yo por atrás. Y sí, yegamo al camino de Puerto Rosale, el médano, lo tamarisco, tal como me dijeron lo changa lotra vé.

Y ahí nomá la Bionda que se manda por entre lo yuyo y se mete en un ranchito. Ya era casi la noche. Ni loco me pongo a espiá. Ni loco. Me di la vuelta casi corriendo. Encima el milico que estaba de guardia arriba del médano tenía un perro que ladraba como fiera. A ver si todavía me lo suelta. Chau, la Bionda. Me dejé de joder y me fui pa la casa. Total, ya sabía dónde vivía la cosa esa.


No me gusta que anden merodeando por ahí cuando estoy de guardia en el puesto 5. El perro ladra y me molesta. Pero esa noche estaba sin el perro. No había mucha luz porque estaba nublado. Capaz que se largara a llover en cualquier momento. La verdad que tenía bastante sueño, pero si me pescaban roncando, me iba a chupar una cana hasta fin de mes. Entonces me puse a caminar alrededor de la garita, mirando para abajo del médano. De un lado los tanques de petróleo, medio lejos. Del otro lado el alambrado y un poquito más allá los tamariscos. A veces, de día, se veía el ranchito que está en el medio del yuyal. Pero esa vez, el manchón negro de los tamariscos y nada más. Me pareció escuchar como un deslizarse en la arena del médano, como una piedrita que se caía cuando uno anda caminando y la manda para debajo de pisar nomás. Pero no había nada. Nada de nada. Mejor dicho. No se veía nada por esas nubes de mierda, que si llovía me iba a cagar mojando porque la garita tenía goteras. Así que me metí adentro, acodado en la ventanita sin vidrio, el centinela meta vigilar, ja.

Y entonces, parece cosa de magia, unas nubes se corrieron y apenas alumbró la luna. Lo suficiente para ver el médano y un poquito de los tanques allá abajo. Y no sólo los tanques. Algo se movía por ahí. ¡Qué mala suerte! Justo a mí me tenía que tocar un merodeador. Ni ganas de agarrar el fusil, ni ganas de gritar altoquienvive. Bah, capaz que era una sombra. Así que no le dí bola. Un perro, una rata. Pero, mirando bien, cacho de rata debía ser, cacho de perro. Algo seguía moviéndose y acercándose al médano. Ahí agarré el fusil. Si subía ya me iba a encontrar bien preparado para darle la bienvenida. Lástima las nubes. Si no hubiera ninguna vería bien qué era.

Y al final ví, cuando ese bulto sin forma empezó a subir el médano. La puta, venía directo, directo a la garita. ¿Qué mierda era esa cosa? ¿Qué…? Y ahí empecé a gritar y me parece que todavía no termino. Subía, subía directo a la garita, y alrededor de los pies se le deslizaba la arena del médano. Y subía…Pero yo no podía comprender qué era. Lo supe cuando estuvo cerca y mis gritos ya se debían escuchar hasta en el puesto 2. Era un tipo, un tipo grandote, un tipo que subía el médano con mucho trabajo, saco negro, pantalón oscuro. Era un tipo…¡sin cabeza!

Lo juro. Juro que lo ví porque pasó al lado mío y empezó a bajar el médano hacia el lado de los tamariscos, resbalándose, haciendo equilibrio con los brazos abiertos. Y ¡sin cabeza!

Me parece que toda la Base escuchó los gritos y algunos disparos que se me escaparon. Así que de repente me encontré en el camarote del hospital. Y acá estoy. Esperando.


Y…mi viejo siempre jodía con la historia de la Bionda. Cosa de tanos, viste. Pero casi, casi, te digo que estoy por darle la razón. Algo hubo. ¿Te acordás cuando empezaron a lotear el barrio de ATE? No, el de atrás de la cancha de Rosario no. El otro. El que queda camino a Arroyo Pareja. ¿Te acordás? Bueno, mi vecino estaba en la empresa que marcó los terrenos. Justo, justo detrás del puesto 5. Y él siempre cuenta que tuvieron que echar abajo un ranchito que estaba escondido entre los tamariscos, en la base del médano. No querrás saber como se puso mi viejo cuando se lo comenté. ¿Viste vó? ¿Viste que ese é el rancho de la Bionda? Andá, andá y preguntale qué encontraron adentro. Andá.

Cosas de viejo…Pero como jodía tanto fui a preguntarle a mi amigo. No, me dijo, nada. Quedaban nada más que alguna chapa, los cimientos, ladrillos desparramados. Poca cosa. Ah, ahora que me acuerdo…Vos sabés que mi compañero pegó el grito cuando encontró entre los tamariscos un hacha, grande el hacha, toda oxidada y el mango carcomido. Ja, pensé yo…El hacha para partir los troncos que usaría la Bionda. Como decían que tenía un fogón en el medio del rancho para cocinar y calentarse…

No sé, dijo mi amigo…Era medio grande para trozar esos tamariscos esqueléticos. Y medio grande también para que la usara la Bionda, que era flaca, y encima vieja. Eso sí, lo raro es que estuvimos un rato largo mirando el filo, que parecía como cachado. Y otro de los que estaba conmigo bromeaba y decía: Parece que chocó con algo duro. Encima el boludo hacía chistes con el óxido que tenía el metal. ¿No ves, no ves? Acá cortaron algo, esto es sangre, acá descuartizaron a alguien.

Dejate de joder, le contestó mi amigo. Para esto ya la broma no le gustaba nada. Porque encima de todo, cerca de donde estaba el hacha, él había visto pedazos de algo que parecía un saco negro, de hombre. Y a mí no me joden, dijo mi amigo. El cuello del saco tenía la mugre del tiempo, pero ahí también había manchas de sangre.

Todo esto me lo guardo. Ni loco se lo cuento a mi viejo. Total, ya no sale de casa. Hace años que se jubiló de la Base. Ni se va a enterar. No sea cosa que se le dé por salir a buscar a los tanos que laburaban con él, esos que veían a la Bionda por el barrio, los mismos que se enteraron una mañana de invierno de ese colimba que se volvió loco en la guardia del puesto 5.

Ni loco le comento. Estos tanos son capaces de salir a buscar al hombre sin cabeza. Y demasiados problemas tenemos nosotros hoy, con el corralito del puto Cavallo, que no nos deja sacar la guita del sueldo nada más que de a puchitos. Hombre sin cabeza. Andá a contárselo a Gardel. Hombre sin cabeza va a quedar De la Rua si sigue jodiendo…


1 comentario:

  1. acabo de leer tu cuento y me pareció realmente muy bueno, es una manera muy especial de pintar Punta alta, ciudad gris y dificil si las hay pero en la cual uno suele encontrar cosas sorprendentes escondidas bajo la apatia diaria.

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