Hoy la escuchaba a la Presidenta, cuando nos hablaba, cuando desasnaba a unos cuantos sobre qué fue eso de la Vuelta de Obligado. ¿Algunos barquitos locos de los ingleses y los franceses? ¿La locura de un dictador sudamericano? ¿Un feriado que este gobierno pone para que sigamos consumiendo en la costa?
No, ¿vos sabés que no? Lo dijo claro esta oradora brillante,este cuadro político que la historia nos dio como presidenta: las potencias Inglaterra y Francia, navegando río arriba, con la bandera del comercio libre y la intención de separar a las provincias del litoral. Haciendo republiquetas aquí y allá. Como les gustaba a la burguesía comercial porteña y probritánica. Algo a lo que se había opuesto desde siempre y con todas sus fuerzas el Indio, el Padre de la Patria, el tío Pepe como le decían en la familia (el Padre de la Patria, decía don Bartolo, falsamente, mientras le borraba la mitad de su historia).
Porque así, y los invasores europeos se frotaban las manos (iguales, imagino, a las manos de Mariano Grondona cuando dicta cátedra), el padre de los ríos sería una vía fluvial internacional.
Eso, ni más ni menos.
Se jodieron, se jodieron por la valentía de Mansilla y sus gauchos y por la decisión de Rosas (sí, el mismo al que en la escuela te enseñaron a nombrar como tirano sangriento).
El Paraná es nuestro. El Paraná, el mismo río que miré durante muchas vacaciones de invierno desde la terraza de mi abuela en Rosario. El mismo al que me asomaba con vértigo en el puerto. El Paraná. Nuestro. Cuchate a los Trovadores para que nunca, pero nunca nos olvidemos por qué es nuestro...
Es hora, como dijo Cristina, que rompamos de una vez por todas las cadenas de la opresión cultural.
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