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domingo, 20 de junio de 2010

Belgrano


No tuvo suerte Manuel Belgrano. Tiene menos estatuas que el Zorro y que el Padre de la Patria. Se quedó en el billete de 10 pesos, cuando tendría que estar, por lo menos, en el de cincuenta. Algunos se ríen todavía de su sobrenombre. "Cotorrita", por los abalorios verde cotorra que solía agregar a su traje militar, o quizá por esa voz finita que contrastaba con la del Indio. Porque el Indio hubiera hecho muy buen papel en las óperas de Europa, tan buena voz tenía: metálica, militar, fuerte...Cotorrita no. Cotorrita no era militar. Siempre me gustó poner énfasis en el hecho de que fue militar por obligación. Era abogado, era economista, era uno de los ideólogos fundantes de la Revolución de Mayo. Hizo propio el dicho: "lo que digo con la boca lo defiendo con el cuero".
Y era, ante todo, un tipo para el que la educación significaba el pilar fundamental de la República. Lugar a donde iba, lugar en el que, con cara inquisitorial, interrogaba sobre la cantidad, calidad de las escuelas, si es que las había. Cómo lo habremos ninguneado que la guita que dejó para las escuelitas del norte la gastamos alegremente y le pagamos la deuda a Manuel casi dos siglos después.
Imaginátelo. Imaginátelo con esa juventud revolucionaria reunida en lo de Vieytes. Con el flaco Moreno y su primo Castelli; con French y Berutti, a los que no se los podía parar ni con bolsas mojadas. Parecía que el Manuel era el más temeroso de todos. Parecía.
Se jugó todo. El prestigio, la guita, y casi casi el recuerdo...Nos enseñaron en la escuela que no tenía un mango para pagarle al médico y le dio su reloj. Que cuando lo enterraron en Santo Domingo ni lápida había, y su hermano salió corriendo a buscar la tapa de mármol de la cómoda que había sido de su madre. Que antes de morir el pobre dijo: "¡Ay, patría mía!", porque algo había que hacerle decir al muertito. Que en los 80, esa generación de preclaros hombres patrios, exhumaron sus huesitos para construir el mausoleo en el atrio. Y que dos afamados ministros se guardaron los dientes en el bolsillo. Graciadió unos periodistas se dieron cuenta. Y los ministros tuvieron que devolverlos. ¡Los dientes de Belgrano!
Siempre estuvo opacado por el aura dorada del Indio. Claro, el Padre de la Patria opaca a cualquiera, che. Pero sería hora de que empezáramos a ponerlo un poco más cerca. El que hizo la bandera, sí, esa bandera que no copió del cielo como nos decía Martha Salotti en el libro de lectura El árbol que canta. La bandera azul, azul dije y blanca que la historia fue destiñendo de a poquito. La bandera que hizo jurar y jurar mientras se comía los retos de la paqueta Buenos Aires.
Tuvo más derrotas que victorias. No cruzó montañas. No lo levantó lo suficiente la historia oficial.
Pero, qué sé yo... Hoy, en el día del padre, ¿no te hubiera gustado tener un padre como Cotorrita?.

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